ADORABLE
Mi primer exhibición individual!. En la galería Consorcio de Arte. Fue a fin de octubre del año 2007. Una muestra que significo mucho para mi. Les dejo la reseña que por ese entonces había escrito Adriana Laurenzi y algunas fotos.
El mundo de Máximo Elizondo
Un mundo de contrahechos
se expande en la cartulina,
bordado con punta fina
como los pelos de pecho
país en que los deshechos
son amados todavía,
es la comarca sombría
donde la luz se perdona
porque allí van las personas
del sueño a la poesía.
Silvio Rodríguez “Del sueño a la poesía”
Las pinturas y esculturas de Máximo Elizondo comparten la frescura de la mirada del niño con la sabiduría del viejo. Son disparatadas como los sueños, pero por eso mismo no son inocentes.
Hombrecitos, objetos, animales y fenómenos de la naturaleza con las nubes, el sol, el agua se articulan en un mismo espacio, gozan de un mismo estatus y se mezclan sin prejuicios ni jerarquías. Calles, árboles y autos se aglomeran y circulan dentro de un vientre, de una cabeza. Lo que creemos debe “estar arriba” está abajo.
Las figuras se alargan, se achatan, se comprimen o estiran como si fueran de plastilina, sin perder identidad.
Personifica peces, nubes, casas y cada objeto o persona para encadenarse entre sí. Las mismas existen en relación unas con otras. Aun en telas de donde sólo hay una figura, la fuerza de la misma depende de su ubicación con el fondo, con el espacio.
Comparten con la poesía la capacidad de enfrentarnos a la esencia de las cosas de quien puede mirar con distancia.
Los títulos de sus obras tienen peso, reafirman posibles sentidos, aluden muchas veces al sueño, pero sus imágenes no tienen carácter surrealista.
Como un Pirrón contemporáneo, Elizondo predica a la manera de los escépticos griegos, que la naturaleza de las cosas es relativa. Pero mientras que esta certeza llevó a los antiguos a la suspensión de todo juicio, Máximo no renuncia a soltarlas en la tela, a hacerlas jugar unas con otras.
Con el mismo espíritu de los escépticos, descree de la razón para revelar su inherente desequilibrio.
Tal vez las breves estadías en México y Bolivia sean la causa de una paleta potente y desprejuiciada, tal vez sea su experiencia dentro del taller de la entrañable María José Fernández de la Puente con quien Máximo comenzó su aprendizaje o en el de Ricardo Garabito, maestros en el arte de extrañar lo real, los que le hayan abierto la puerta a su propio universo.
Lo cierto es que el mundo de Máximo Elizondo es de una naturaleza tal, que se permite incluir la mueca satírica, el humor y el desborde de alegría porque su única regla es respetar la libertad.
Agosto 2007
Adriana Laurenzi